(Cuento)
Había
una vez un pueblo muy apartado de la ciudad, que debido a su ubicación
geográfica no era muy conocida ni visitada por las personas; este pueblo se
llamaba Cartavio y tenía algunos pequeños anexos a su alrededor. La gente propia del lugar era muy unida,
entre todos se apoyaban. La mayoría de familias procedían de la Sierra y es por
ello que éstas eran acogedoras.
Como
lo mencioné antes, el pueblo no era muy visitado, pero cada vez que un
forastero llegaba a Cartavio éstos se alegraban mucho y hacían lo posible para
que su estancia en su pueblo sea la mejor .Con esta misma suerte corrió Javier,
quien llegaba con la finalidad de conocer más al Perú.
Cuando Javier observó por primera vez cómo estaba
organizado el pueblo, aún sin conocer el nombre quedó asombrado; pues quedó
encantado de la forma de vestir y de la familiaridad con que se trataban. El
joven llevaba consigo un pequeño cuaderno y una pluma. El forastero se sentía raro
al llegar a un lugar desconocido y del cual no sabía absolutamente nada. Una
señora lo contempló por un largo rato y al darse cuenta que estaba perdido decidió
entablarle una pequeña conversación:
¾ Buenos
días joven, ¿Qué es lo que le trae por aquí?
¾ Bu…buenos
días señora – respondió Javier muy sorprendido – soy un joven que viene a
conocer cómo vive la gente en los rincones de mi Perú.
¾ Déjeme
decirle que por acá no vienen mucho las personas, pero los que llegan son
tratados mejor que en su propia casa –dijo la señora - Si desea saber cómo es la
vida por aquí le invito a quedarse en mi humilde hogar… ¿Cuál era su nombre
joven?
¾ Mil disculpas
por no presentarme, mi nombre es Javier.
¾ Mmm…
ese nombre no es muy común por aquí, así que será imposible que se pierda… Mi
nombre es Gregoria Rojas, pero todos me dicen doña Grego… ahora sí acompáñame
para enseñarte en donde vivo.
Ambos
empezaron a caminar sin decir palabra alguna. Al llegar a la casa de doña
Grego, ella presentó a Javier a su esposo e hijos, y como la gente pasaba cerca
a la vivienda, en pocas horas, todos en el pueblo sabían que había llegado un
forastero.
Ya
cerca del atardecer y luego de haber conversado amenamente con la familia que
lo hospedaba, Javier empezó a preguntar a don Simón, esposo de doña Grego, cuáles
eran sus costumbres, qué leyendas se contaban o si celebraban la fiesta de
algún santito.
¾ Don Simón,
tengo curiosidad por conocer más de este pueblo - dijo Javier - que por cierto
no sé qué nombre tiene, espero no incomodarlo.
¾ No
te preocupes hijo, nosotros somos muy amigables y compartimos las experiencias
y costumbres que nuestros antepasados nos dejaron, ya que hasta el día de hoy
lo seguimos practicando aunque un poco distinto debido a que las familias que
recién llegan de la sierra tienen sus propias costumbres y para poder sentirse
todos a gusto todos agregábamos algo
nuevo en alguna celebración…Lo más común en nuestro querido Cartavio, es cómo
se celebran los matrimonios, te contaré pues que la misa se lleva a cabo en una
huaca en donde hay un capilla; las personas de todos los pueblitos asisten a la
ceremonia y cuando termina, todititos se regresan juntos caminando hacia
Cartavio para la gran fiesta.
Cuando llegan al fiestón todos beben y
comen como una sola familia hasta el día siguiente que se termina la jarana.
María Cruz Aranda, autora del cuento. Foto de: María Cruz. |
Luego
de haber escuchado la tan corta conversación, doña Grego sirvió la cena y en
honor al huésped todos degustaron la comida más común del pueblo, el caldo de
huaraca. Al día siguiente el sol estaba muy resplandeciente, Javier decidió ir
a caminar por las calles del pueblo y para suerte suya se encontró con don
Leonardo, él era muy amable con todos. El muchacho le dijo:
¾ Señor, buenos días. Soy un visitante y deseo
saber algo más de Cartavio.
¾ Mmm…
Javiercito no te preocupes, quizá no pueda decirte mucho, pero lo poco que sé
te lo diré. Lo que más conozco de este pueblo son sus leyendas, te mencionaré
algunas: el ciruelo y la vasija de lejía, la huaca de Urcape, la ciudadela
embrujada, la laguna del pato y muchas más.
Preguntando e indagando a las personas que vivían en
Cartavio y sus alrededores, Javier fue adquiriendo mayor información. Cabe
recalcar que toda la información obtenida era anotada en su cuaderno. Conforme fue
pasando el tiempo el joven se fue enterando de las actividades que se realizaba
en el lugar y cada vez se enamoraba mucho más del pueblo. Por tal motivo decide
quedarse en Cartavio para formar su familia. En el tiempo en que estuvo
recogiendo información conoció a una bella mujer que tenía por nombre Inés.
Empezó a tratarla y se enamoró de la joven. Luego de algunos meses decidieron
casarse. Javier se sintió muy feliz de celebrar su matrimonio con la costumbre
del pueblo que lo acogió. Luego su mujer quedó embarazada. Los nueve meses
pasaron rápido, pero la salud de Inés era delicada. El día del alumbramiento por
fin llegó, fue un arduo trabajo de labor de parto, pero finalmente nació el
niño, la progenitora pidió ver a su hijo. Inmediatamente se lo trajeron y la madre
le dijo a su bebé con voz suave y tierna:
¾ Guagüita,
este es tu hogar… bienvenido al mundo, papacito lindo.
Luego
de pronunciar esas palabras cerró los ojos, dio su último suspiro y murió. Don
Javier quedó muy triste ante la pérdida de su mujer, pero tenía el consuelo en
su recién nacido. Se dedicó a cuidarlo con mucho amor.
Cuando
el primogénito tenía la edad de 10 años, el padre le empezó a hablar sobre las
costumbres del pueblo y sobre lo bella que fue su madre. Al poco tiempo el
infante contrae una rara enfermedad, el
cual le causa la muerte.
Don
Javier quedó desconsolado ante tal pérdida y se convirtió en un ser apático.
Poco a poco dejó de hablar con la mayoría de las personas. Pasaron varios años
y en Cartavio nada fue igual. Las personas cambiaron mucho. Este cambio se
debió a que la carretera, recién construida, unía a Cartavio y a Trujillo. Las
personas entraban y salían de Cartavio, las empresas empezaron a invertir para
explotar la caña de azúcar. Empezó a existir la discriminación y la codicia.
Muy poca gente llegaba con la intención de vivir tranquilamente.
Cierto
día un joven recién llegado quiso saber cómo fue antes Cartavio, pero nadie le daba razón, la tristeza empezaba a
invadirlo, de pronto escuchó a una señora decir que había un viejito muy
solitario y que quizá el podría ayudarle. El joven pidió la dirección del
longevo e inmediatamente fue a buscarlo. Al llegar al lugar señalado tocó la
puerta temerosamente y a los pocos minutos le abrió un señor.
¾ ¿Sí?
¿a quién busca? ¿qué desea?
¾ Buenas
tardes, señor – dijo el joven – mi nombre es Facundo y estoy buscando a don
Javier, porque deseo hacerle una preguntas…
¾ ¿Preguntas?,
qué clase de preguntas – manifestó el señor
¾ Deseo
saber cómo fue Cartavio en años anteriores
¾ Si
es por eso, entonces pase y siéntese.
¾ Como
ya te has dado cuenta yo soy don Javier – dijo el anciano al joven- ¿Cuáles son
tus preguntas?
¾ Quisiera
que me cuente todo lo que sabe de Cartavio en el pasado.
Don
Javier empezó a contarle todo lo que sabía, ese muchacho tenía algo en especial
que no tuvo duda alguna en narrarle detalle a detalle cada hecho sucedido en el
pasado. Fue tanto el aprecio de don Javier por el joven que, solo en las horas
que dialogaron, decidió confiarle su
gran y mayor tesoro, su cuaderno, donde se encontraba escrita la primera
costumbre que le habían contado hasta la
última leyenda escuchada
¾ Facundo,
este tesoro te confío a tí por ser el primero en interesarte por nuestra tierra
y espero que puedas cumplir mi última voluntad que es: que la historia de
nuestro querido Cartavio nunca se pierda, que tus hijos le cuenten a sus hijos
y amistades y así sucesivamente hasta que
todos sepan y conozcan cómo se vivía
antiguamente en Cartavio.
FIN
Referencias
- Autora: María Cruz Aranda
- Área: Cuento
- Seudónimo: Adámaris.
- Categoría: C
- I.E.: "Benjamin Franklin"-Cartavio
- Grado: 5to de secundaria.
- Puesto ganado: 2º en los Juegos Florales Escolares Nacionales 2012 a Nivel de la Provincia de Ascope.
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