Por Miguel Núñez Bartolo.
En un caserío
existió una familia que criaba a una mascota llamada Laika que se apareó
posiblemente con Duque. Ésta tuvo una aparición de cachorros, todos chuscos
como ella. En dicho hogar, el patrón, don Esteban decide deshacerse de las
crías hembras separando solo uno para sí. Desde el corral eran vistas las crías
por la señora Filomena, esposa, y sus cuatro hijos.
Cuando don Esteban
decide deshacerse de las crías hembras llama a su peón Serapio, quien en lugar
de matarlas las abandonó en el bosque. Por suerte la familia enterada de la
decisión del patrón fue a buscar las crías y las criaron hasta un poco grandes
para ser regaladas a otras familias. Sólo Sultán quedó, nombre que le fue
puesto por el hecho de dormir rodeado de hembras.
De los cuatro hijos
de don Esteban y doña Filomena fue Luis Enrique el que pasó su vida a lado de
Sultán, quien defendía al perro cuando hacía sus travesuras. Sultán era una
mascota de buena conducta, que acompañaba a Luis Enrique incluso a los juegos
de fútbol que hacía la muchachada en el caserío. Una de las aventuras de Sultán
es que gustaba de bañarse en bandejas hasta que lo tiraron a una acequia famosa
donde él perdió el miedo a nadar. Sabía esta mascota que era importante no sólo
el aseo sino también las vacunas para vivir saludablemente.
Un día Luis Enrique
no se levantó de la cama para ir a la escuela (ubicada cerca de la campiña) como
era de costumbre, la familia se preocupó mucho. Don Esteban mandó a la ciudad a
su otro hijo, Carlos Alberto, para que traiga al médico. Enrique estaba enfermo
con fiebre tifoidea. Sultán siempre acompañó a lado de su cama hasta que se
curó.
Llegó el tiempo en
que Sultán maduró, se enamoró de una perrita llamada Pelusa. Salía de casa muy
temprano y no volvía sino de noche. Don Eduardo y doña Filomena no planeaban
separar comida a su mascota, pero fue Luis Enrique quien sí guardaba a Sultán
una porción, para luego descansar en el patio. En sus salidas, Sultán también
tenía dos amigos aunque algo mayores que él, Rocky y Lucero, el primero murió envenenado
y fue sentida su muerte. En otras dos oportunidades, Sultán dio aviso de un
muchacho que subió a un árbol frutal (parecía un duende), también de otro
muchacho que entró desnudo a la huerta que quería robarse al cordero de la
casa.
Al terminar la
escuela, Luis Enrique ingresa a la Universidad. Ya no podía quedarse todos los
días en la campiña por lo que comenzó a vivir en la ciudad en la casa de su
hermano mayor Carlos Alberto. Cada fin de semana regresaba a la campiña y
visitaba además a su mascota Sultán. Ambos eran buenos amigos. Sin embargo,
Sultán, un avez tuvo un sueño en la que fue abandonado, pero sólo fue un sueño
y eso le causó mucha pena y susto.
Por fin Luis
Enrique pide a su padre que sería bueno llevar a Sultán a la ciudad. Y así fue.
Llegan juntos un barrio aristocrático donde el cielo no podía ser visto como la
naturaleza del caserío en que vivieron antes. En la ciudad se enamoró de
Duquesa, mascota fina de otra casa, donde la sacaba a pasear la sirvienta
Jacinta. Las sirvientas Ruperta, que cuidaba de Sultán) y Jacinta hicieron
posible que se apareen estos perros sin el conocimiento de sus patrones. Sultán
vivía feliz enamorado porque la mascota le correspondió y le trató como su
igual.
La casa de la ciudad donde vivía Sultán llegó otra
mascota, pequeña aún, era Boby. Boby fue robado y Carlos Alberto preocupado
recibió entre tantas llamadas una donde le manifestaba el lugar del perrito fino.
La mascota fue rescatada. Boby era el peluche de la casa pero Sultán era el guardaespaldas.
Pero también Sultán se admira de Luis Enrique al curar un perro viejo
abandonado, llamado Gitano, a quien atiende. Sucede que Gitano había formado
parte de la vida de unos extranjeros que luego lo abandonaron en el barrio de
adulto.
Sultán sostendría
una buena convivencia con Boby y Rocky. El tiempo pasa, y es que sucede la
muerte del viejo Rocky. Eso apenó bastante a Sultán preguntándose por las
etapas que un perro debe pasar obligatoriamente por la vida. Pero la tristeza
pasa….y es así que regresa con Luis Enrique a la Campiña en una camioneta.
Una vez llegado a
la campiña encuentra que su madre Laika estaba muerta, pero tuvo tiempo de
conversar de la vida con su vieja amiga Lucero, mayor que él. Pero Lucero
también muere. Luis Enrique cada fin de semana se le acerca y le cuenta sus
experiencias, entre ellas de que en la ciudad a Boby le va bien y que tienen
otro perro de raza. Luis Enrique se siente contento al ver feliz a Sultán en el
caserío. Sabe que nunca abandonará a su padre Esteban, sitio que
tampoco debió abandonar quizá Sultán, porque se le veía más feliz en el sitio
donde nació.
El cuento finaliza
cuando Luis Enrique trae un cachorro a quien llaman Rocky (nombre del amigo
fallecido de Sultán). A este cachorro, Sultán le enseña la manera de vivir de
la gente de los perros del lugar, las huacas, las plantas; en suma, a seguir su
ejemplo y a valorar las cosas que dan la familia humana y la vida.